Llevaba tiempo pensándolo... Una desazón incomprensible le bullía por las venas cada vez que se encontraba frente a una imagen marina. Su fantasía se disparaba, y el corazón le latía con el vigor de un potrillo desbocado ante la perspectiva de sumergirse en aguas cálidas y aturquesadas, que es como ella siempre se imaginaba aquel fluido impreso, cuando su fantasía lo transformaba, sólo en su cabeza, en un abismo marino real...
No llegaba a comprender el porqué de dicha inquietud, aunque encontrar un motivo o buscarle una explicación lógica, no le importaba demasiado. Si algo parecía claro, era la intensidad con que brotaban aquellos sentimientos, con mayor fuerza, ya fuera cada vez que el agua salada bañaba su cuerpo, ante la mera contemplación del mar a escasos metros de la orilla, cuando el sonido del oleaje le acunaba los pensamientos, o la humedad y el salitre conseguían saturar por completo sus fosas nasales. La sequía y la lejanía del mar le provocaban una sensación de tristeza difícil de soportar en su rutina diaria.
Tenías ganas de meterse, de caminar para dentro hasta que el agua la obligara a no tocar el fondo con los pies, de sumergirse por completo y dejarse llevar por la marea. Ganas de zambullirse, nadar hacia la profundidad y respirar sin miedo como lo hacían los peces y el resto de criaturas marinas...
Llevaba tiempo pensándolo, sí, y creyó que "esa" era la ocasión. La decisión fue rápida, casi instantánea, sin calcular las consecuencias, y por tanto, muy arriesgada. Surgió el movimiento en sus piernas, como en un autómata, que la arrastró, casi literalmente, en dirección a la orilla. Sus pies tocaron el agua, y sintió un pequeño escalofrío que le recorrió por completo de abajo arriba, pero continuó caminando hacia dentro, sin temor ni vacilación, hasta que el agua le llegó al cuello y tuvo que ponerse de puntillas. Aún así, prosiguió el avance, con algo de dificultad a esas alturas, hasta el punto de no tocar el fondo. Comenzó a bracear, una y otra vez y se dejó llevar por la marea, que la empujaba más y más dentro. Se zambulló, nadó hacia la profundidad varios metros y se detuvo un instante. No sabía cuánta agua tenía por encima y lo que le quedaba hasta tocar el fondo. En realidad se sintió perdida ante la inmensidad azul, pero la calma que percibía era total, y un sentimiento de felicidad absoluta le hizo desear no volver a la superficie. Quería quedarse, flotar para siempre, sondear los oceános y habitar con los moradores de aquel reino, fantásticas criaturas marinas con las que siempre había soñado y con las que aún no se había encontrado...
El aire tomado antes de descender, ya no era suficiente, y habiendo llegado hasta allí, no tenía alternativa...
Continuará...
Continuará...
Lunes 26/08/2013
...y que sea pronto, por fi :)
A los que somos de tierra adentro, nos produce inquietud la proximidad del mar, al principio aturde un poco acercarse a ese gran mostruo en movimiento, cuando estas un rato mirando el vaivén de las olas, te sientes mas calmado y notas que poco a poco te va conquistando.
Ya estoy deseando leer la segunda parte Berni.
Un abrazo.
María de la Cal.
Una historia con mar, emoción, sentimientos, y suspense...
Yo también espero la continuación.
Un abrazo.