A medida que la drogas fueron metabolizándose y los efectos de la letal mezcla pasando, la energía de la vida regresó lentamente a su cuerpo, y los párpados comenzaron a entreabrirse en un gesto de rebeldía contra el fallido mortífero sueño.
No sabía donde estaba, pues la confusión del despertar era máxima en tales circunstancias. Un indescriptible malestar recorría todo su cuerpo. Sentía un dolor agudo en la garganta, y de manera automática, como un reflejo a dicha desazón, sus manos se movilizaron hacia "lo extraño" que tenía en la boca y que le impedía pronunciar una sola palabra. Llegando a un punto, notó un tirón brusco en las muñecas. Tenía sujetos los brazos para  que no pudiera quitarse el tubo que la conectaba al respirador. Al momento escuchó su nombre. Una voz cálida le relató lo que había sucedido y le explicó dónde estaba.

-Tranquila-le decía- tienes un tubo en la boca para poder respirar, pronto te lo quitaremos. Pero tienes que ayudarnos y estar tranquila...

Siempre se ha dicho que cuando se fallece de forma violenta, todas las escenas de la vida pasan en unos segundos por la mente. Lo que no cuentan es que al regresar de la muerte ocurre exactamente lo mismo, pero al revés. Era, al menos, su experiencia: el momento de la decisión final, los meses anteriores de desamor y soledad, Él...y todo lo restante...
Él. Siempre él...

Dejó de notar la molestia de la garganta. No es que hubiera desaparecido. Es que el temido desconsuelo había retornado para  instalarse de nuevo en  su alma. Igual de penetrante que en  la madrugada anterior, cuando en medio de la zozobra sentimental determinó preparar el cóctel de barbitúricos y alcohol. Necesitaba con urgencia sosiego para la tristeza vital que ya no era capaz de soportar. Los meses de terapia y medicación que supuestamente serían su cura, no habían logrado alcanzar lo ofrecido, así pues ella creyó encontar una solución definitiva...

"Seré el que te ame hasta el final de los tiempos, no dejaré que te vayas..." Aquellas palabras martilleaban sus temporales. No tenía claro si él las pronunció alguna vez, o su recuerdo no era más que el fruto de sus deseos, de lo que alguna vez hubiera querido escuchar saliendo de sus labios. El duelo por la pérdida de lo nunca alcanzado es potencialmente mayor de lo que en realidad se obtuvo y  después se perdió. "A veces creo que nunca me entenderás" decía, a veces..."en tus ojos... en ellos tengo todo lo que siempre quise... no dejaré que te vayas..."



Se fue. Una mañana, mientras terminaba con  apremio  los informes solicitados, recibió un sms que la dejó perpetuamente clavada en el asiento de su escritorio.
Se fue y nunca volvió.
Ahora ella se encontraba con los ojos abiertos, viendo el rostro de una desconocida y sintiendo de nuevo la misma punzada insoportable...

"Pues yo por un tío no haría jamás esa gilipollez" le pareció escuchar entre el alboroto de aquel inhóspito lugar... 

Dios, qué he hecho... pensó..."Cualquier cosa que pidas... así seré..." Continuaba el golpeteo en su cabeza...

Sabía que todo volvería a ser igual. Nunca podría salir de ese maldito perímetro, por mucho tiempo y ayuda que tuviera. La admisión de tal estado fue lo que precipitó el siguiente y definitivo intento.
Conocía la vía de escape para todo aquello.También sabía que era un viaje para el cual no existía billete de retorno. No existiría. Se lo juró a sí misma. 

Nada pudo hacerla cambiar de dirección. Fue plenamente consciente cuando decidió montar en ese peculiar tren. Sin estaciones ni paradas a medio camino. Sin más pasajeros en el vagón. Con un único y ansiado destino: la libertad...

Berni.
Sábado  2/7/11.