Su silla se detuvo un instante frente a la salida de la unidad, el tiempo justo para que el celador abriera las puertas, la casualidad y una necesidad de solucionar un tema de farmacia, me hicieran coincidir en el mismo pasillo con él.
- Hola Esther... mira, ya me marcho...
- ¡Pero bueno, qué alegría! ¡Ya estás de alta! ¿Ves cómo todo llega?. ¡Y me estás hablando! Es la primera vez que escucho tu voz, te han decanulado, no me lo puedo creer... cuánto me alegro, de verdad...
- Sí... espero no tener que regresar... Me queda un tiempo de estar allí arriba...Volveré de visita, aunque sea con "estas pintas", no creo que tenga problemas para venir a visitaros, bueno... no sé si cuando venga tú estarás o te habrás marchado...
- No lo sé, pero si aquí sigo, me encantará verte de nuevo. En cualquier caso espero que todo te vaya muy bien...
Cuando un paciente con el que has estado luchando semanas, sale por la puerta de la unidad y se despide, una sensación de entusiasmo y una emoción enorme te sobreviene.
Obtienes la confirmación, tantas veces negada, de que la esperanza y la fe son valores que indudablemente han de estar presentes en nuestro "combate" diario, y no debiéramos permitir nunca dejarnos llevar por el desánimo. Por ellos, primero, y después por nosotros mismos.
Tras cruzar aquel marco y cerrarse el paso, un pensamiento furtivo atravesó mi pensamiento. Inevitable incertidumbre, teniendo en cuenta el pésimo pronóstico de aquel paciente. Debe ser el "efecto portón", me digo...
Un segundo después, como si se tratase de un contra ataque de mi zozobrante optimismo, me acordé de unas palabras suyas, vocablos mudos que salieron de sus labios sin sonido, arrebatado por la cánula de traqueostomía.
Aplastante respuesta la de una mañana, cuando le pregunté cómo estaba:
- Un día más... Un día más aquí, con vosotras...
Another day, for you and me, in paradise...
Just think about it...
Oh, Lord, there must be something you can say...
Berni.
Domingo 28/11/10.