Imaginad como sería el tener un hijo gravemente enfermo que toma la firme decisión de no continuar con una terapia que le puede salvar la vida.
Este es el caso al que se enfrentan los padres de Hannah Jones la niña británica de trece años que necesita un trasplante de corazón para seguir viviendo, ya que el suyo está irremediablemente dañado por la quimioterapia que recibió para curarse de una leucemia.
Ella ha optado por no someterse a la cirugía, que tiene sus riesgos y además no le aseguraría la supervivencia.
Prefiere morir en su casa, cuando esto llegue, rodeada de su familia, antes que pasar por mas tratamientos, mas estancias hospitalarias... mas de lo mismo que ha vivido desde los cinco años...
La decisión supuso para la familia de Hannah una batalla legal con los médicos del hospital que la trataban y que querían llevar a cabo el trasplante amparándose en el interés de salud de la niña, aunque fuera en contra de su voluntad.
Las autoridades británicas le han dado la razón a la familia y a Hannah, que finalmente no se someterá a la cirugía, a no ser que cambie de opinión.
Sus padres la apoyan plenamente. Conocen mejor que nadie la madurez de su hija y respetan su decisión, lo que no significa que no les conlleve un sufrimiento importante. Ningún padre o madre desea perder a un hijo...
En España dice nuestro ministro de sanidad que, de darse un caso similar, con un niño mayor de 12 años, este tendría que ser escuchado.
La madre de Hannah es enfermera de cuidados intensivos. Eso y el ver a su hija ingresada y sometida a duros tratamientos desde los 5 años ha sido definitivo para que apoye a la niña en esta decisión tan drástica.
¿Es eso objetividad? No lo tengo claro, pero de lo que estoy segura es que Hannah es una niña con todo el derecho a decidir sobre si quiere un corazón nuevo (con todo lo que ello supone ), o quiere seguir con el suyo, aunque este se pare en un tiempo más o menos corto...
Es impresionante la madurez de la chiquilla, está en su derecho de vivir como quiera y de morir como quiera.
Hay que estar con nuestros hijos apoyándolos, cuando luchan y cuando deciden dejar de hacerlo.
Aunque debe de doler ..... bastante.
Claro que debe doler... no me quiero imaginar el calvario por el que han pasado los padres de esta niña...y lo que les queda...
Un primo de mi marido perdió a un hijo con 6 años, que no sobrevivió a una leucemia después de tres años de lucha, de duros tratamientos, de dos trasplantes de médula infructuosos...
En el velatorio...todo era tremendamente triste... pero al padre le ví bastante templado, descansado porque todo había terminado al fin...
Recuerdo unas palabras...nos dijo: "¿ Sabéis lo que más me jode de todo esto? Que mi hijo se ha pasado, desde los tres años, la mayor parte de su corta vida en el hospital... y todo para esto...".
Es una reflexión dura, que sólo es comprensible si has sufrido lo que él...
Por eso entiendo la postura de los padres de Hannah y la de la propia niña.
Tiene derecho a elegir cómo quiere vivir el tiempo que la quede.