La verdad es que la escucho a diario prácticamente desde que me levanto hasta que me acuesto:
en el coche, en el trabajo, en casa mientras "marujeo"...
Se podría decir que es un componente destacado en mi vida.
Bueno, a lo que voy...
El caso es que en una ocasión, tuve un paciente que sufrió un grave ACV (Accidente cerebro vascular) y que quedó con secuelas muy importantes.
Tenía hecha una traqueotomía y un nivel de conciencia disminuido y fluctuante, por lo que la comunicación con el enfermo era muy difícil.
No sabíamos a ciencia cierta si él llegaba a entendernos, pues parece que a duras penas conectaba con la realidad...
El mayor "shock" me sobrevino cuando el médico me dijo que el paciente era cantante de ópera.
Tenía una vida entregada a la música y basada en su trabajo como tenor, y el repentino accidente le había obligado a suspender una gira de conciertos y óperas que tenía programadas en grandes teatros, entre ellos, El Real.
Pensé que era una put*da increíble lo que le había sucedido, igual que si le pasase a cualquier otra persona, pero el hecho de estar dotado con una voz de cualidades privilegiadas y el perderlo todo de golpe... me parecía, al menos a mí, una desgracia total.
Le pregunté al médico que cómo podría afectar a sus cuerdas vocales el haber tenido una traqueo (suponiendo que en un futuro pudiera prescindir de ella)... si luego iba a poder recuperar la voz o, por el contrario, quedaría inservible para su profesión.
Su respuesta no pudo ser más triste:
- Lo peor no es eso. La hemorragia le ha sucedido en un área del cerebro que controla el lenguaje y la comunicación.
Ni siquiera puedo decirte si volverá a recuperar el habla de manera correcta.
- Dios mío, qué mala suerte...
En ese momento te das cuenta de lo mísera que es la vida, de la fortuna que tenemos al levantarnos bien todas las mañanas y poder contarlo más o menos igual de bien por la noche al acostarnos...
Miré a aquel hombre postrado en la cama y sentí una lástima tremenda, con los ojos azul-verde mar totalmente abiertos y sus pupilas perdidas en algún punto fijo del techo de la habitación...
La abundante secreción bucal se deslizaba de manera casi constante por la comisura labial izquierda. A pesar de que me afanaba en aspirarla con frecuencia, su producción era totalmente incontrolable... vi que era una labor "infructuosa" y al final opté por poner un apósito absorbente junto al lateral de su cara, por donde la saliva se derramaba incontenible.
Mientras realizaba maniobras rutinarias, le hacía las curas y le ponía la medicación prescrita, le miraba y le estimulaba todo el tiempo, llamándole por un cariñoso aumentativo de su nombre, como nos dijo la familia que a él le gustaba...
En pocas ocasiones obtuve respuesta clara, salvo a los estímulos dolorosos, que sí localizaba, por suerte...
- Algo es algo...- pensé.
Al día siguiente sabía que estaría en el mismo puesto.
A las 8:45 me dirigí hacia allí algo nerviosa.
La compañera me contó el parte de las diez horas previas y en cuanto me quedé sola con la auxiliar de la mañana, cerré las puertas de la estancia de cuatro camas, ocupadas en aquel momento por dos clientes... siendo uno de ellos mi desafortunado ruiseñor.
Tomé el cassette que estaba lejos de su cama y lo acerqué a su mesilla.
En un minuto empezó a sonar el Nessum Dorma de Puccini, en la voz de Plácido Domingo.
Le siguieron otras muchas melodías que tengo en un cd que recopila las mejores Arias de la historia, cada cual más bella.
Desde que sonaron las primeras notas de música Miguelón no dejó de sonreír ampliamente, para sorpresa mía y de mi compañera, que asistimos ilusionadas a lo que parecía el primer gesto facial de conexión clara con la realidad exterior.
Y nada más.