Así era como casi todo el mundo le conocía, de manera informal, en el hospital: JM.
Sus compañeros se referían a él con éstas dos letras, las siglas de su nombre compuesto, e incluso añadían su apellido detrás, para darle cierta seriedad, cuando colocaban "el doctor" delante, si tenían que nombrarlo ante algún paciente.
Yo lo conocí en mi primera rotación del último curso de carrera, cuando pasé por el quirófano de digestivo.
Dicha rotación no fue todo lo buena que yo esperaba, porque no logré conectar con la enfermera que me asignaron. Era una mujer de edad mediana, bastante agria de carácter, un tanto "especial", como la calificaban sus propias compañeras.
Desde el primer día yo sentí que no hubo feeling, y noté que la cosa no iba a ir bien.
Era muy desconfiada y no me dejaba participar en casi nada, así que mi labor durante los dos meses que duró la rotación casi se limitó a la realización de tareas de auxiliar para ella... además de tener que soportar los absurdos e inmaduros comentarios sobre mi juventud y mi manera de maquillarme los ojos, según ella, tan provocativa, que constituía una inapropiada distracción para los doctores...
Desde luego, lo que teníamos que aguantar cuando éramos estudiantes, o "niñas de la escuela", que era como nos llamaban... algo que a mí me reventaba profundamente...
De JM recuerdo que me sorprendió bastante su gran amabilidad, y el trato diferente que tenía con el personal de Enfermería, mucho más educado y respetuoso que el resto de los cirujanos a los que había visto trabajar en aquella sala tan aséptica y fría.
En una de las escasas ocasiones en las que pude lavarme y participar en la cirugía como instrumentista (mi enfermera habitual no había venido ese día), estaba operando JM, y cuando se dispuso a cerrar la piel, decidió de repente intercambiar los papeles, dejar que la R pequeña que lo acompañaba y yo, fuésemos las que suturásemos, mientras él, con gran paciencia y disposición, nos enseñaba y nos guiaba en la manera de coger las pinzas, montar las sedas y dar los puntos...
Terminamos pinchándonos los tres en varias ocasiones, pero eso a mí no me causó ningún miedo, porque no noté ninguna intranquilidad especial entre los que allí estaban, y al revisar la historia de la paciente con más detenimiento, se pudo comprobar que no existían motivos para preocuparse más de lo debido.
Fue una experiencia estupenda, que recuerdo con cariño, a pesar de que también esté cargada, inevitablemente, de un cierto sentimiento de tristeza, debido a los duros acontecimientos que sobrevendrían, sin yo, tan siquiera, intuirlo mínimamente, unos meses después...
Berni.
Martes 18/8/09.
Sus compañeros se referían a él con éstas dos letras, las siglas de su nombre compuesto, e incluso añadían su apellido detrás, para darle cierta seriedad, cuando colocaban "el doctor" delante, si tenían que nombrarlo ante algún paciente.
Yo lo conocí en mi primera rotación del último curso de carrera, cuando pasé por el quirófano de digestivo.
Dicha rotación no fue todo lo buena que yo esperaba, porque no logré conectar con la enfermera que me asignaron. Era una mujer de edad mediana, bastante agria de carácter, un tanto "especial", como la calificaban sus propias compañeras.
Desde el primer día yo sentí que no hubo feeling, y noté que la cosa no iba a ir bien.
Era muy desconfiada y no me dejaba participar en casi nada, así que mi labor durante los dos meses que duró la rotación casi se limitó a la realización de tareas de auxiliar para ella... además de tener que soportar los absurdos e inmaduros comentarios sobre mi juventud y mi manera de maquillarme los ojos, según ella, tan provocativa, que constituía una inapropiada distracción para los doctores...
Desde luego, lo que teníamos que aguantar cuando éramos estudiantes, o "niñas de la escuela", que era como nos llamaban... algo que a mí me reventaba profundamente...
De JM recuerdo que me sorprendió bastante su gran amabilidad, y el trato diferente que tenía con el personal de Enfermería, mucho más educado y respetuoso que el resto de los cirujanos a los que había visto trabajar en aquella sala tan aséptica y fría.
En una de las escasas ocasiones en las que pude lavarme y participar en la cirugía como instrumentista (mi enfermera habitual no había venido ese día), estaba operando JM, y cuando se dispuso a cerrar la piel, decidió de repente intercambiar los papeles, dejar que la R pequeña que lo acompañaba y yo, fuésemos las que suturásemos, mientras él, con gran paciencia y disposición, nos enseñaba y nos guiaba en la manera de coger las pinzas, montar las sedas y dar los puntos...
Terminamos pinchándonos los tres en varias ocasiones, pero eso a mí no me causó ningún miedo, porque no noté ninguna intranquilidad especial entre los que allí estaban, y al revisar la historia de la paciente con más detenimiento, se pudo comprobar que no existían motivos para preocuparse más de lo debido.
Fue una experiencia estupenda, que recuerdo con cariño, a pesar de que también esté cargada, inevitablemente, de un cierto sentimiento de tristeza, debido a los duros acontecimientos que sobrevendrían, sin yo, tan siquiera, intuirlo mínimamente, unos meses después...
Berni.
Martes 18/8/09.