Fomentar nuestra propia la creatividad es una forma eficaz, según Juana, de expulsar los malos rollos mentales que podamos tener, fruto del estrés psicológico que supone el estar en contacto con el dolor, el sufrimiento humano y la muerte de manera más o menos continuada y rutinaria...
Y estoy totalmente de acuerdo con ella.
Recapitulando en este aspecto de mi vida, creo que he sido bastante creativa desde que era pequeña.
He comentado en el blog mis gustos por las artes plásticas, la música y el baile en varias ocasiones.
Os voy a contar de dónde me vienen dichas tendencias...

Mi padre tenía un estupendo estuche de pinturas al óleo y de acuarelas que le gustaba utilizar mientras sus tres pequeños hijos veían ensimismados cómo hacía la mezcla de colores en una vieja paleta.
Después realizaba trazos que a nosotros nos parecían mágicos sobre gruesos y enormes trozos de papel.
Naturalmente, queríamos participar de forma activa en la creación de tan preciosas obras, pero la sensatez adulta hacía que aquel maletín fuera totalmente intocable, ya que de habernos dejado juguetear con él, le habría durado a mi padre menos que un caramelo en la puerta de un colegio.
Nosotros teníamos nuestros propios cuadernos y una inmensidad de lápices de colores para demostrar el arte que nos era innato...
Una vez gané un concurso de pintura para niños que se organizó en un pueblo de la sierra de Madrid, al que íbamos ocasionalmente a visitar a unos familiares.
El premio fue del todo una sorpresa para mí y para mis padres, que esperaban que si alguno de sus hijos ganase algún galardón, ese fuera mi hermano mellizo, que dibujaba francamente bien.
Se conoce que el conejo que pinté colgado en mi bodegón hizo mucha gracia a parte del jurado.
Pero vamos, poca cosa para la increíble historia de Freddie Linsky, que rebasa los límites de lo absurdo...



Estando en la EGB y siendo aún una niña, escribía poesía, al igual que mi hermano... ( para que luego digan que la competitividad filial no existe...)
El pertenecía a un grupo de tres, formando junto con dos buenos amigos "El club de los tres poetas", creo que así se llamaba...
A muchos les vendrá a la cabeza el título de la estupenda película de Peter Weir "El club de los poetas muertos" ( Dead Poets Society )




Ganaron el primer premio de escritura y literatura en un concurso que se organizaba en el colegio como parte de las actividades de "la semana cultural", que ya entonces existía.
Yo obtuve el segundo puesto, pero es que no había muchos más que se dedicaran a escribir... creo que era la única chica de todo el cole...
Irónicamente uno de los miembros del "club de los tres" sufriría en el seno de su propia familia años más tarde la misma tragedia con la que finaliza la película de Weir...

Aún conservo en mi memoria algunos de aquellos versos de creación propia... al recordarlos vagamente no puedo más que reírme... dioxxx... qué malos eran!...

Por aquel tiempo mi madre nos compró a cada hermano una fauta para que desarrolláramos el sentido musical.
El único que lo consiguió fue el pequeño, al que le gustaba mucho tocar de forma "organizada", no como a sus hermanos mayores... que logramos desquiciar los nervios de mi santa madre, que aguantó hasta un límite razonable nuestros insufribles conciertos...
Con el tiempo llegó a aprender a tocar los teclados y formó parte de un grupillo de amiguetes en su época veinte añera.

Mi experiencia con el baile duró unos dos o tres años.
Comenzó de manera fortuita, por una conversación entre madres a las puertas del colegio, pero yo lo agradecí eternamente.
En casa siempre estaba bailando y canturreando desde pequeñita. Me llamaban "mariposa" por como revoloteaba sin parar...
Teníamos una profesora joven que era alumna del conservatorio de danza y nos enseñaba ballet clásico los sábados por la mañana en los bajos de una iglesia, donde se realizaban otras actividades variadas...
En Navidad hacíamos un festival que era el resultado de horas y horas de ensayo...
Aún recuerdo la pieza musical de piano que dio pié a nuestra gloriosa actuación... ( para nosotras y nuestros respectivos padres lo fue...).
Todo terminó una mañana cuando un desagradable incidente sin, afortunadamente, mayor trascendencia, se cruzó en mi camino...
y las opciones que había para que pudiera continuar con esa afición mía no eran muy viables...

Pasados los años he vuelto a retomar esto de la expresividad verbal, con mayor o menor acierto y soltura en este rincón particular.
No es que pueda ser tremendamente interesante de cara a los demás, pero si es del todo divertido para mí.

Siempre me queda la opción del "baile libre" mientras escucho en casa la música que me gusta...

Hago como Jamiroquai... Dance!!!


2 Responses
  1. Juana Says:

    Mi marido "es música" , toca la guitarra, el teclado y la bateria, sin embargo nunca se ha querido dedicar a tocar en público, dice que le sirve para conectar con él mismo.
    ¡Baila! uno de mis jefes de servicio pinta y hace bailes de salón, es un hombre encantador y creativo.
    La creatividad es una de las cosas más importantes que nos conecta a nosotros mismos ¡baila! animate y ¡baila!


  2. Berni Says:

    Intentaré seguir tu consejo y me animaré...
    puede ser divertido.