Hace dos días, en la mañana, me llegó una señora de 94 años procedente del quirófano, para control p.o. tras una cirugía de cadera.
Normalmente los postoperatorios inmediatos de c.o.t. son muy dolorosos, el paciente pierde mucha sangre,algunos se chocan por la hipovolemia y tiene que ser remontados con aportes rápidos de hidrocoloides y transfusiones i.v.
Nada más llegar a la UVI, todos los pacientes son recibidos por un mínimo de cuatro personas:
dos enfermeras, una auxiliar de enfermería y el médico.
Todos a la vez hacemos nuestro trabajo, y en conjunto se conforma una atención inmediata y rápida cuya finalidad es siempre lograr el bienestar máximo del paciente, aunque este, en un primer momento y de manera lógica, se acongoje un poco al verse rodeado por tantas personas y con tanto cable...
Pero esta abuela era de lo más sorprendente.
Venía "tan pichi", como si acabara de despertar de un dulce sueño y estuviera en la cama, en su propia casa.
Saturaba perfectamente sin necesidad de O2, mantenía unas ctes. vitales de libro, no tenía ni un ápice de dolor, y a penas sangraba por el drenaje...
Mientras estaba terminando de realizar la extracción sanguínea que forma parte del protocolo rutinario de ingreso, la pregunté cómo se encontraba y me dijo que muy bien, pero que tenía mucho frío, sensación normal en todos los recién operados.
Añadí una manta a la ropa de la cama y mientras la tapaba, ella no me quitaba ojo, siguiendo cada uno de mis movimientos con una mirada atenta, e inmensamente tierna.

- ¿Así está más agustito, Rosario?- la dije.
- Sí, hija, mucho mejor...
- ¿De dónde es usted? Seguro que de Madrid no...
- Soy de Burgos, hijita...
- Anda, de Burgos! Mi madre es burgalesa también... de un pueblo llamado Huerta del Rey... ¿lo conoce?.
- Sí, claro... Yo soy del mismo Burgos, pero llevo muchos años en Madrid, así que me considero madrileña...
- Ya, como la mayor parte de los madrileños, ¿verdad usted.?...

Mantuvimos una pequeña conversación y pude comprobar que estaba muy lúcida para estar recién salida del quirófano y para, sobre todo, tener diagnosticada una demencia senil.
En un momento de silencio en dicha conversación, la señora se percató de la música que sonaba de fondo, y que era esta:



- Ay! Qué música más bonita!... ¿Quién es ese qué canta? ¿Es Luis Miguel?...
- No, Rosario, es Alejandro Fernández, otro cantante, también mejicano. ¿Lo conoce?
- No hija, pero me gustaría conocerlo...
- Toma, y a mí...- le dije. La señora me sorprendía cada vez más e iba resultando por momentos más encantadora...
- Oye niña...
- Dígame...- me puse junto a ella, frente a su cara. Sus ojuelos me espetaban suavemente...
- Mira... te voy a decir una cosa... que eres muy guapa...
- Muchas grac...
- Y que te quiero mucho!

La urgencia con la que soltó ese "te quiero mucho" hizo que casi no pudiera darle las gracias por el cumplido anterior, y me pareció una demostración de cariño tan emotiva que no la pegué un achuchón porque no era muy propio de la situación y del lugar, pero ganas no me faltaron ( la verdad es que me corté porque estaban los médicos delante...).

Los ancianos pueden resultar totalmente sorprendentes con sus reacciones.
Por su edad y su sabiduría vital deberían ser merecedores de nuestro respeto y de unos cuidados especiales que tendríamos que ofrecer con todo nuestro cariño, el mismo que justamente ellos rebosan.

Y sobre todo tengo la suerte de vivir cada día esa generosidad que muchos pacientes me brindan.
Es lo que hace que compense todo lo malo que también veo a diario, y que equilibre así la balanza.
Es parte de la dosis que necesito, lo que me engancha y alimenta lo que soy:
una absoluta y, a veces patética adicta... una yonqui total... de las emociones.




2 Responses
  1. Juana Says:

    Además la abuelita demostró tener un estupendo gusto, Alejandro Fdez. es "lo más" jajajaja y llamarte guapa no es un piropo es una descripción. Para acordarse en los días malos jajajaja


  2. Berni Says:

    Me acordaré en esos días, me acordaré...
    Un beso, wapa!