Mimí y Jack, Jack y Mimí...
Hasta sus nombres emparejados sonaban bien...

Blank miró a Jones y al instante Jones asintió con un imperceptible movimiento de cabeza. Entre ellos sobraban las palabras. Se conocían tan bien que no eran necesarias. Su comunicación era telepática, una ventajosa capacidad que poseían todas las criaturas mágicas...

Jack sufrió una especie de escalofrío repentino, corto pero intenso.
Vio a Mimí al otro lado de la vía, justo enfrente de él, en el andén que recorren los pasajeros que van en dirección contraria.
Tras el escalofrío inicial, sintió una corriente cálida muy agradable que le recorrió toda la piel, se coló por entre sus poros y le atravesó el cuerpo al completo. Una especie de náusea le desvencijó el estómago momentáneamente, pero al poco notó un extraño cosquilleo en el abdomen y en el pecho.

Mimí estaba absorta en sus pensamientos cuando un impulso hizo que levantara la cabeza con un movimiento rápido y sus ojos se cruzaran con los de Jack.
Un súbito golpe de calor en la cara hizo que se ruborizara como una chiquilla y esbozara una tímida sonrisa.
Ese chico de enfrente la miraba y la sonreía con un ademán gracioso y pueril, como el de un crío que acabara de ser descubierto tras cometer una travesura.
No le parecía excesivamente guapo, eso a ella nunca la importaba demasiado, pero tenía un no sé qué en el gesto que le inspiraba confianza...
Mimí no era capaz de aguantar la mirada de Jack, que la hacía sentirse nerviosa, sin embargo no la incomodaba, más bien la gustaba.
El metro estaba al llegar. Tras tomarlo dejaría atrás esa mirada, tan inquietante como atractiva. Pero... ¿era eso lo que realmente deseaba?

Jack, en cambio, no podía apartar la vista de Mimí.
Pensó que era la chica más bella que jamás había visto, e increíblemente, le estaba mirando y sonriendo... dios mío... a él!
Tenía que hacer algo... ¿pero qué?...
El tren estaba ya asomando en la estación y Mimí se había levantado de su asiento. Iba a entrar en aquel vagón que la llevaría quién sabe dónde y poco después desaparecería para siempre.
Jack no podía creerlo. La mujer de sus sueños estaba a escasos metros de él, se esfumaría en unos segundos, y ni siquiera habría tenido la oportunidad de conocer su nombre...

Mimí tomó el tren y a través de las ventanas, entre la gente, pudo ver a aquel chico de cara amable totalmente perplejo, sin saber qué hacer, preguntándola con los ojos tantas cosas y gritando en silencio ¡no te vayas!...
Le vio correr desesperado tras el vagón, entonces tuvo la certeza de que lo tenía que conocer.

Como si una voz en off estuviera dictando sus actos, ambos decidieron tomar la salida para dirigirse a la superficie lo más rápido posible.
Se buscaron con avidez por las calles semi vacías, entre los pocos comercios abiertos a esas horas tardías, entre los edificios a medio iluminar, en las plazas, en los parques... pero el esfuerzo resultó inútil, porque no se encontraron.
Extenuados por el cansancio y el frío, se detuvieron un momento para reflexionar. La gelidez de la noche asentada en las manos les penetraba como agujas punzantes sin piedad, avanzaba por el torrente sanguíneo y les calaba hasta la médula ósea, pero era la desesperación de la soledad lo que en realidad dejaba helados sus corazones.
(Cold is the night, cold are my hands...cold as my heart).

Mimí estaba rendida, totalmente abatida, plenamente convencida de que no volvería a ver aquel chico nunca más.
Se dirigió de nuevo al metro y tomó con resignación las escaleras mecánicas. La desolación era más que visible en su bello rostro...

Jack, en cambio, tuvo una corazonada fugaz. Sintió la tibieza de un rescoldo esperanzador, y sin saber muy bien por qué, decidió dirigirse a la estación más próxima.

Cuando llegaron al final de tramo automático, una inquietud enorme invadió el cuerpo de los dos. Allí estaban de nuevo, uno frente al otro, separados por un corredor snob de paredes translúcidas y luminosidad nívea.
Se apresuraron para hacer desaparecer el recorrido que los distanciaba, y en unos segundos de encontraron, por fin, más cerca que nunca.
Se miraron con inmensa alegría. Tras unos instantes de indecisión, se tocaron con las manos tímidamente, y un arrebato les llevó a besarse con fogosidad.
Se acariciaron los labios, se fundieron en deseo, se deleitaron en el gozo, y ardieron de pasión.

B&J contemplaron la escena con gran satisfacción y en breves segundos tuvieron la certeza de que su trabajo había concluido.
Con otro gesto de complicidad convinieron que ya era hora de marcharse.
Tomaron un nuevo camino, sin rumbo fijo, como siempre, y movidos, tal vez, por ese curioso impulso que les guiaba hacia otros corazones especiales y tristes:
aquellos desterrados del reino del amor, solitarios prisioneros en las profundas mazmorras de una tenebrosa fortaleza llamada "Olvido"...



Berni.
Domingo 13/12/09.
2 Responses
  1. Juana Says:

    B&J son esos ángeles que se a veces vemos y, a veces no vemos, pero que siempre están ahí.
    Te hubiese encantado la obra de teatro de ayer, te movias entre reír y llorar, emocionante.
    Te eché de menos.
    El Capi. es delicioso y su familia un encantó.
    Cuando cojí el taxi para irme a casa me paso algo estupendo de esos detalles sin importancia que te hacen creer en los seres humanos, me acorde de tu santo, ya te contaré.


  2. Berni Says:

    Desde que te conozco soy capaz de percibir esos ángeles semi invisibles. Tú me has enseñado a verlos.
    Siempre he tenido la sensación de que estaban ahí, en algún lugar, aunque a veces pareciera que se esfumaban...
    Gracias.

    En cuanto a lo de la obra... bueno, creo que tú mejor que nadie sabe lo mucho que me hubiera gustado ir. Yo sí que os eché de menos...
    He hablado con el Capi y es totalmente como lo describes: un amor de hombre.
    Espero poder conocerlo en persona en la siguiente ocasión. Y si no, nos vamos las dos un finde a su tierra, nos hacemos una escapadita cuando llegue el buen tiempo y de paso vemos a Ana, que seguro que la hace muccha ilusión.
    Ya me contarás lo del detalle y mi santo, que tengo curiosidad.
    Un besiño.