Creo que a algunas personas el frío les afecta demasiado.
Las bajas temperaturas que sufrimos los curritos madrugadores, no pueden ser buenas de ninguna manera, pero menos las de momentos diurnos tan tempranos.
Quizá el mero hecho de levantarse a unas horas ciertamente intempestivas sea ya, de por sí, motivo suficiente para estar de mala uva todo lo que resta de jornada laboral, y además, de paso, amargarle la existencia a cada ser viviente que tenga la desgracia de cruzarse en tu camino...
Viendo y sufriendo las reacciones anómalas y desquiciadas de ciertas personas dirigentes a las que tengo que soportar últimamente en el trabajo, trato de buscar una explicación más o menos lógica de dichos comportamientos.
Mi teoría es sencilla, a la par que absurda, pero voy a dedicar unos momentos de ocio a mi expansión personal con retorcidas divagaciones (eso que los tíos suelen llamar pajas mentales) en este tema.
El frío embota las ideas, eso lo sabemos todos de sobra, es una verdad indiscutible, un axioma universal.
Los procesos de sinapsis neuronales se enlentecen, los impulsos eléctricos tardan en llegar y las órdenes de atoran en algún rincón de nuestros pensamientos.
Nos volvemos torpes, estamos como "agilipollados", no nos encontramos disponibles para nadie y para nada, porque sentimos una especie de obnubilación mental que nos incapacita para realizar con normalidad las actividades de la vida diaria más elementales, como sonreír, saludar educadamente o dar los buenos días de rigor...
Hasta ahí bien, tiene su lógica...
Pero en cuanto entramos en contacto con una atmósfera caldeada, el estado traumático que se sigue es irremediable... y ya la terminamos de pifiar.
Es cierto que el gradiente termométrico existente entre dentro y fuera de la UVI es enorme, unos 20 grados, y que dicha diferencia de temperatura tampoco es muy recomendable. Tanto el frío como el calor extremos son claramente perjudiciales...
El shock repentino te deja absolutamente atontado unos segundos, para a continuación dar paso a una fase de enajenación mental transitoria, de mayor duración que el trauma inicial y más peligroso que los instantes que le preceden.
El embotamiento cerebral desaparece, las ideas se licuan y aparece la etapa más temida de todas: la de las ideas delirantes.
Surge el pánico entre todos los sujetos que se encuentran alrededor, porque un brillo especial en los ojos delata tu estado delirante.
Bueno eso, y la sucesión de órdenes sin tregua ni sentido, dictadas con una voz de sargento que acojona hasta al más insumiso.
El caos está asegurado, y el malestar general también.
Los demás tratan de hacer su trabajo lo mejor que pueden, pese a la infraestructura de mierda de la unidad, pese a la escasez de medios, pese a la falta de personal, a los nervios lógicos de la urgencia extrema, a la desesperante situación de gravedad...
Pero eso no importa nada, porque en ese momento lo queremos TODO y a la orden de YA, HE DICHO YA! (insisto, con la voz de sargento).
Importa una mierda si contamos con una mínima gestión organizativa (los dirigentes y los líderes siempre la tienen, no?) porque si las cosas salen mal, siempre será culpa de otros. A tomar por culo!.
Ya se sabe "Blame it on the rain"...
La fase delirante finalizará en unas horas, en unos minutos... quién sabe...
En poco tiempo todo habrá terminado. Y aquí paz y después gloria... como si nada hubiera pasado.
Lo malo es que los estómagos de "los que no se embotan con el frío o se licuan con el calor" también sufren, además de sus corazones...
A finales del invierno no habrá omeprazol para todos... ni tiritas suficientes...
Y si no, al tiempo...
Berni.
Viernes 18/12/09.
Las bajas temperaturas que sufrimos los curritos madrugadores, no pueden ser buenas de ninguna manera, pero menos las de momentos diurnos tan tempranos.
Quizá el mero hecho de levantarse a unas horas ciertamente intempestivas sea ya, de por sí, motivo suficiente para estar de mala uva todo lo que resta de jornada laboral, y además, de paso, amargarle la existencia a cada ser viviente que tenga la desgracia de cruzarse en tu camino...
Viendo y sufriendo las reacciones anómalas y desquiciadas de ciertas personas dirigentes a las que tengo que soportar últimamente en el trabajo, trato de buscar una explicación más o menos lógica de dichos comportamientos.
Mi teoría es sencilla, a la par que absurda, pero voy a dedicar unos momentos de ocio a mi expansión personal con retorcidas divagaciones (eso que los tíos suelen llamar pajas mentales) en este tema.
El frío embota las ideas, eso lo sabemos todos de sobra, es una verdad indiscutible, un axioma universal.
Los procesos de sinapsis neuronales se enlentecen, los impulsos eléctricos tardan en llegar y las órdenes de atoran en algún rincón de nuestros pensamientos.
Nos volvemos torpes, estamos como "agilipollados", no nos encontramos disponibles para nadie y para nada, porque sentimos una especie de obnubilación mental que nos incapacita para realizar con normalidad las actividades de la vida diaria más elementales, como sonreír, saludar educadamente o dar los buenos días de rigor...
Hasta ahí bien, tiene su lógica...
Pero en cuanto entramos en contacto con una atmósfera caldeada, el estado traumático que se sigue es irremediable... y ya la terminamos de pifiar.
Es cierto que el gradiente termométrico existente entre dentro y fuera de la UVI es enorme, unos 20 grados, y que dicha diferencia de temperatura tampoco es muy recomendable. Tanto el frío como el calor extremos son claramente perjudiciales...
El shock repentino te deja absolutamente atontado unos segundos, para a continuación dar paso a una fase de enajenación mental transitoria, de mayor duración que el trauma inicial y más peligroso que los instantes que le preceden.
El embotamiento cerebral desaparece, las ideas se licuan y aparece la etapa más temida de todas: la de las ideas delirantes.
Surge el pánico entre todos los sujetos que se encuentran alrededor, porque un brillo especial en los ojos delata tu estado delirante.
Bueno eso, y la sucesión de órdenes sin tregua ni sentido, dictadas con una voz de sargento que acojona hasta al más insumiso.
El caos está asegurado, y el malestar general también.
Los demás tratan de hacer su trabajo lo mejor que pueden, pese a la infraestructura de mierda de la unidad, pese a la escasez de medios, pese a la falta de personal, a los nervios lógicos de la urgencia extrema, a la desesperante situación de gravedad...
Pero eso no importa nada, porque en ese momento lo queremos TODO y a la orden de YA, HE DICHO YA! (insisto, con la voz de sargento).
Importa una mierda si contamos con una mínima gestión organizativa (los dirigentes y los líderes siempre la tienen, no?) porque si las cosas salen mal, siempre será culpa de otros. A tomar por culo!.
Ya se sabe "Blame it on the rain"...
La fase delirante finalizará en unas horas, en unos minutos... quién sabe...
En poco tiempo todo habrá terminado. Y aquí paz y después gloria... como si nada hubiera pasado.
Lo malo es que los estómagos de "los que no se embotan con el frío o se licuan con el calor" también sufren, además de sus corazones...
A finales del invierno no habrá omeprazol para todos... ni tiritas suficientes...
Y si no, al tiempo...
Berni.
Viernes 18/12/09.
Según hacías la descripción me iba entrando la duda de si hablabas de mí.
Rescato una frase del baúl de los recuerdos: “lo peor que le puede pasar a un currante es tener un jefe más tonto que uno”.
¡Que no cunda el pánico! Cualquier situación es susceptible de empeorar y el que no se consuela es porque no quiere.
Cuánta razón tienes, Berni, los cambios bruscos de temperatura conmocionan las neuronas de los incompetentes encargados de apuntarse el éxito de los demás.
No creo que tú seas de los que sufren el embotamiento neuronal a causa del frío, ni shock postraumárico, ni delirio mental...
En todo caso brotas en una explosión de ideas y palabras bellas, con las que nos deleitamos los demás.
:)
Berni, creo que te tomas demasiado en serio a "esos" sargentos de los delirios. ¿Qué harían ellos sin la eficiencia callada y paciente de los que los rodean?
Mientras haya gente que como tú sigue adelante, con frío o con calor, esto no se hundirá.
Colorín, puede que tengas razón, no debería darle tanta importancia, no lo merece.
He estado saturada y quizá algo susceptible, pero ya se me ha pasado. Unos días de descanso y como nueva!
Gracias.
Quién diría que, después de todo ese follón, sales de la unidad con la sonrisa en la boca.
Como me dijeron en un curso: imagínate que eres el tronco de un bambú, que todo entra pero que igualmente todo sale (o algo así).
Y lo que yo he aprendido en este tiempo: dos manitas y dos piernecitas, jeje.
Siempre entro con una sonrisa en la cara y procuro mantenerla todo el tiempo, me gusta estar alegre, tengo buen humor... pero a veces consiguen arrebatármelo!
De todas formas siempre por poco tiempo... no podrán conmigo! ja!
Huy lo que la vida te hace aprender... tú bien lo sabes...
Con estas manitas y estas piernecitas... jajajaja! me encanta!
ay amiga mia, lo que nos tenemos que reir de ese sargento delirante, que solo grita a algunas por que a otras.............ja,ja,ja. Quizás si le damos un poco de Litio !que lo está pidiendo con el alma!
Qué razón llevas querida paloma...
Suele ser la postura de los más tiranos, siempre se ensañan con los que conoce débiles.
A mi no me chista "ni una miaja", y si lo hace, ya sabe a qué se enfrenta... jajaja...