Llevaba sólo unos cuatro meses trabajando cuando me tocó llevar a los pacientes aislados.
Seis enfermos neutropénicos, encerrados en habitaciones acristaladas, como valiosas piezas de museo protegidas en urnas, para evitar que pudieran contraer cualquier pequeña infección en ese periodo tan crítico para ellos, con unas defensas inexistentes...
Y los seis a mi cargo...
Evidentemente la responsabilidad me abrumaba, no negaré que estaba totalmente "acongojada"... pero no podía hacer otra cosa, más que guardarme los miedos, templar el ánimo y la razón e intentar hacerlo lo mejor posible...

Me dieron el parte mis compañeras de la mañana y en unos minutos me pusieron al día de los antecedentes y la situación actual de cada uno de mis pacientes.
Al contarme acerca del inquilino de la habitación 2, me dijeron que el enfermo era "de la casa", un médico que había recaído y que estaba bastante fastidiado después de un agresivo ciclo de quimioteparpia. Pero él era "muy duro", recalcaron, además de ser un paciente "muy majo".

Tras revisar las carpetas detenidamente, saqué el parte de la medicación y de las tareas pendientes y me dispuse a cargar lo de las 16h.
Comencé a entrar en las habitaciones para conocer a los enfermos, tomarles las ctes. y administrar los fármacos que acababa de preparar.
Al abrir la puerta de la sala 2 me topé con una gran sorpresa.

El paciente "de la casa" al que se había referido mi compañera no era otro que JM, aquel cirujano tan amable y humano que había conocido un año antes, cuando yo aún era alumna de Enfermería y pasé por quirófano en mi primera rotación del último año de carrera.
Me dió un vuelco el corazón y sentí que me temblaban las piernas momentáneamente.
No tenía mucha experiencia con enfermos de Hematología, en realidad no la tenía con ningún otro paciente ni otras patologías, pero siempre había escuchado que las recaídas después de los cinco años de curación, en éste tipo de procesos malignos, tenían un pronóstico pésimo.
Intenté disimular mi nerviosismo, di las buenas tardes y me presenté.
Él no se acordaba de mí, como era lógico, además no me podía ver la cara, porque a los aislados había que entrar con mascarilla.
Tras unos minutos de conversación, decidí contarle que habíamos coincidido en el quirófano, y le recordé el episodio en el que él nos enseño a una "R" pequeña y a mí a suturar.

Pasaron los días y JM allí seguía.
Su aplasia duró bastante, más de lo normal.

Se mantuvo en aquel cubículo acristalado días y noches enteros, con la compañía de su mujer y padres, que tenían que turnarse para entrar individualmente a la habitación.A su hija la veía a través del cristal...
Cuando la televisión le aburría y si las fuerzas le daban, se sumergía en la lectura de la prensa y de sus libros.
Si se encontraba muy mal, dormía, o dormitaba, lo que la astenia y la fiebre le permitían...
Siempre con su sonrisa en la boca, su enérgica simpatía, su tono amable y sus maneras educadas...

JM salió de la neutropenia y se fue a casa, pero sólo para pasar unos días de descanso, hasta el siguiente ciclo de quimio.
Los ingresos, los tratamientos que le dejaban hecho polvo, los aislamientos... todo se repitió en bastantes ocasiones, porque su patología le dió pequeñas treguas, pero nunca hubo un periodo de paz duradero en esa encarnizada pugna entre la salud y la enfermedad, entre la vida y la muerte.

Él sabía que el resultado final sería el mismo, sabía perfectamente quien se alzaría ganador, pero no tiró la toalla nunca.
Tenía una familia a la que adoraba y que lo adoraban. Por ella era por lo que soportaba todo aquello.
Incluso llegó a someterse a una cirugía muy arriesgada en sus condiciones para intentar alargar un poco más su superviviencia. La operación se la realizaron sus propios compañeros de promoción, sin muchas esperanzas, pero con un aplomo increíble.

Durante meses fui testigo de su deterioro progresivo... y a mí se me partía el corazón.
Cuando caminaba por los pasillos lo hacía con una particular marcha, ya que una infección ósea complicada le dejó cojo. Después venía con muletas... y en los últimos ingresos, en silla de ruedas.

Meses de plantarle cara al puto cáncer, de ponzoñosos fluídos en vena, de dolor, de ira, de rabia, de inmensa tristeza... de dolor y más DOLOR...
Pero ni una sola muesca de flaqueza por su parte, hasta que se vió de frente con la muerte.

JM murió al entrar la noche de un viernes, en un puente de Los Santos, ironías de la vida...
El trasiego de amigos, compañeros y familiares era constante, porque mucha gente lo quería, y no era de extrañar, ya que era una gran persona.

La perfusion de morfina apagó su sufrimiento e hizo la despedida menos amarga.
Cerró los ojos y se dejó llevar, rodeado por los acogedores brazos de su mujer, el amor de su vida, entre mil caricias y sus dulces gestos de cariño, y bajo la atenta mirada de sus ejemplares padres, que vieron, con gran entereza, cómo se marchaba de éste mundo su único y amado hijo.

Al día siguiente un compañero y yo fuimos a dale el adiós definitivo al tanatorio.
Ha sido la única vez que lo he hecho, ir al tanatorio, por un paciente.

Nos abrazamos a su familia y nuestro llanto se hizo incontenible.
Tampoco había por qué disimular ya.
En el hospital, en momentos de debilidad o flaqueza, te ibas al baño a llorar y a que pasara el mal rato, aunque en los últimos momentos de vida de JM, aquel viernes por la tarde, no me importó nada que vieran las lágrimas deslizarse en mi cara.


En memoria de JM.R.




Berni.
Jueves 3/9/09.
3 Responses
  1. Juana Says:

    A veces uno pierde a alguien que te apoyo cuando más falta te hacía, pierdes a alguien que quieres de verdad, se nota el vacio y el silencio ..... y echo de menos su risita y sus gruñidos, pero en fin ...... esto es la vida, hay que sacarle partido.


  2. Berni Says:

    Los vacíos que dejan algunas personas son enormes, y pasa mucho tiempo hasta que se llenan (puede que nunca lo hagan del todo).
    Ese espacio hueco es proporcional a lo que se les ha querido.
    La vida... siempre hay que sacar partido de todo y, sobre todo, disfrutar inmensamente con esas pequeñas cosas, esos detalles, esas risas, esos gruñidos... que tenemos... mientras los tenemos...

    Intenta llenar ese vacío pronto, querida amiga. Ánimo.
    Un besazo.


  3. Berni Says:

    Te voy a contar algo que supe por casualidad.
    Un día, años después de que JM falleciera, me encontré a las puertas de un comercio, a la mujer de otro paciente fallecido en el mismo servicio que JM. Su marido también sufrió una larga y penosa enfermedad que lo llevó, al final, a la tumba. Era un hombre joven, que no había podido darle un hijo a su mujer (la que me encontré) por haber quedado estéril tras otra enfermedad maligna sufrida años atrás (es que hay personas a las que les toca todo...)
    Un tiempo después de que éste muriera, ella conoció a otro hombre, tan bueno y tan humano como su primer marido, y tras unos meses se casaron y tuvieron una preciosa niña (me enseño, incluso, una foto, con gran orgullo).
    Ella estaba agradecida por haber tenido tanta suerte en la vida, haber conocido a su primer marido y haberlo amado tanto, pero también por vivir lo que actualmente estaba viviendo.
    Me comentó que la mujer de JM era muy amiga suya (coincidieron durante meses en la planta) y que ella estaba haciendo lo posible por que volviera a enamorarse y fuera feliz. Le había presentado a un amigo suyo, un hombre muy especial, y parecía que la cosa iba bien...

    Eso es sacar partido a la vida, intentar superar lo malo, aprender de ello, y disfrutar, sin problemas, de lo bueno.