El otro día volvió a suceder.
Una de esas complicaciones que confías que no ocurran, pero que sin embargo aparecen, pese al correcto control sobre los factores de riesgo y del buen hacer de los profesionales.
Expresar la sensación de estupor sufrida y de cómo se te queda el cuerpo después de todo, es difícil...
Cuando sedé a la paciente lo hice con el pleno convencimiento de que en unas pocas horas ella volvería a despertar como si no hubiera pasado nada. Sólo un pequeño lapsus en el tiempo para realizar una técnica relativamente sencilla, algo que los médicos de mi unidad hacen con cierta frecuencia y con lo que optimizan la vía aérea de todo paciente que requiere de un destete lento debido a su patología...
Incluso de médico se despidió de ella con un cariñoso "bueno, ahora a cerrar los ojitos y a dormir un poco", mientras yo inyectaba el bolo de Propofol...
Al cabo de un par de horas más de diez personas estábamos corriendo hacia el quirófano como alma que lleva el diablo.
Cuando regresé a mi sitio visualicé el hueco donde habían estado la cama y la paciente, tan sólo unos minutos antes.
El espectáculo me pareció verdaderamente dantesco:
Gasas y material desechable ensangrentado llenando las papeleras y dispersos por accidente en el suelo, desorden y caos unos metros alrededor...
En ese momento me vino a la memoria una fotografía que vi en un blog, donde salía la imagen de una sala de urgencias de un país en pleno conflicto armado.
Mientras me tranquilizaba y respiraba hondo para liberar la tensión acumulada, empecé a notar los efectos residuales de los altos niveles de catecolaminas en sangre, una sensación de flojedad invadió mi cuerpo, las piernas me temblaron y tuve que sentarme.
Volví a sentir las manos de las paciente apretando suavemente las mías, cuando en el momento de dormirla la dije:
Venga, cariño, que esto pasa rápido, es necesario... y ya verás como no hay ninguna complicación... te veré en un par de horas...
Y sus ancianos ojos, muy abiertos, que me miraron con dulzura, y me dijeron sin verbalizar una palabra:
Lo sé, mi niña, lo sé... en ti confío...
Berni.
Lunes 26/4/10.
Sin palabras. Te mando un abrazo que esos funcionan mejor...
Lo conozco, lo he vivido, Berni. Casi idéntico.
Dramática experiencia que deja una huella en el alma para siempre.
Me consuelo pensando que forma parte del lado más duro de nuestro mundo. Y representa una cura de humildad tristemente necesaria.
También cuentas con mi apoyo.